viaje a oaxaca

 

 (México. Año 2009)

No estaba previsto viajar a Oaxaca. Fue verdaderamente algo inesperado. La razón por la cual viajaba a México, era internarme en el territorio tarahumara, en el norte del país, y seguir la huella del poeta surrealista Antonin Artaud cuando su viaje a la sierra de Chihuahua. Sin embargo, del área de relaciones internacionales de Conaculta (que era una de las entidades que auspiciaba mi Proyecto), se me comunicaba que ese estado norteño atravesaba entonces por severos problemas de inseguridad y violencia por la presencia del narcotráfico. Prácticamente toda la batalla del gobierno mexicano con los grupos delictivos se focalizaba en aquella zona y, de hecho, se encontraba prácticamente “sitiada” por fuerzas militarizadas. Además, se me informaba que las comunidades tarahumaras, que están muy alejadas del centro, no eran en absoluto receptivas a la visita de extraños, puesto que tenían muy poco contacto con el exterior. Por esas mismas razones, se me sugería que realizara mi trabajo documental en los estados de Oaxaca, Michoacán o Chiapas, donde la presencia indígena es muy poderosa y mucho menos hostil.

Por supuesto la decisión quedaba en mis manos Finalmente, argumentando mi profundo respeto por la etnia tarahumara, el riesgo inherente en la pasión fotográfica (sin la cual es imposible emprender cualquier proyecto), y finalmente el contacto previo que había establecido con un sacerdote jesuita que me garantizaba mi inserción en la zona, respondí que había decidido persistir en mi propósito, y sólo haría una modificación al Proyecto original: la mitad del tiempo permanecería en la sierra de Chihuahua en contacto con los enclaves tarahumaras, la mitad restante en el de Oaxaca, en donde realizaría actividades de retribución e intercambio, y de paso podría documentar otras comunidades indígenas.

Durante mi estadía en este último estado, pude percibir el gran acervo multicultural habido en su territorio (18 grupos étnicos cohabitan en él, de los 65 que existen en todo México), como asimismo, las condiciones de vulnerabilidad y desamparo en que sobreviven muchos de sus pueblos fundacionales. Mi registro visual en Oaxaca se centraría principalmente en la comunidad triqui de San Andrés Chicahuaxtla, en la comunidad mixe de Santa María Tlahuitoltepec y, en menor medida, en algunos pequeños poblados de la mixteca.

El pueblo triqui (“gente que vino de abajo o debajo”) es un grupo indígena que se sitúa al noroeste del estado, en la zona de la mixteca alta, una región montañosa de difícil acceso y con una niebla tenaz en medio de sus caseríos y maizales. Sus mujeres son conocidas por su vestimenta de huipiles rojos, y la plaza de esta aldea, en donde sus habitantes se reúnen para vender y comprar sus productos, es conocida como la plaza roja. En tanto el pueblo mixe (“pueblo de la lengua florida”), es considerado un pueblo altivo, indómito y nunca conquistado. El poblado de Santa María Tlahuitoltepec (que significa “lugar frío”), está ubicado en el corazón de las montañas del estado, y es reconocido ampliamente por ser un crisol de grandes y prestigiosos músicos de todo México.

Las imágenes de este registro fotográfico, dan cuenta parcialmente de este viaje por estos poblados indígenas del fascinante y variopinto Oaxaca (el mismo que cautivara a Juan Rulfo, Graciela Iturbide, Pedro Meyer y a otros grandes fotodocumentalistas mexicanos), y corresponden sólo a un segmento de un Proyecto Foto-documental de mayor alcance sobre un México profundo, atávico y desconocido, el que actualmente se encuentra en nuevas fases de desarrollo.

Ramón Ángel Acevedo,
septiembre 2011

 

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