expedicion

 

(Chihuahua, México. Año 2009)

“En la montaña tarahumara todo habla de lo esencial; es decir de los principios según los cuales se ha formado la naturaleza. Y todo vive por obra de estos principios: el hombre, las tempestades, el viento, los silencios, el sol. Con los tarahumaras se entra en un mundo terriblemente anacrónico que es un desafío a nuestra época. Yo me atrevería a decir que esto es tanto peor para nuestra época que no para los tarahumaras”.

 “Sé que la existencia de los indios no es del agrado del mundo de ahora y que en presencia de un raza como ésta, por comparación se puede concluir que es la vida moderna la que se encuentra atrasada respecto a algo y no que los indios tarahumaras sean los que se encuentran retrasados en relación con el mundo actual”.

Antonin Artaud,
“Viaje al país de los Tarahumaras”


En agosto de 1936, el poeta y dramaturgo surrealista Antonin Artaud, huyendo de la cultura europea que le asfixiaba (incluido el surrealismo del que se apartaría indefectiblemente), se lanza en una aventura hacia México en busca de un nuevo mito y manantial espiritual que expresara fielmente su pensamiento. Ese nuevo espíritu lo encontrará en una cultura mágica y ancestral junto a la etnia tarahumara.

Movido por el mismo desarraigo y repudio que Artaud manifestara ante la sociedad materialista y moderna en que los valores del espíritu son relegados a un último plano, concebí la ambiciosa idea de emprender la misma travesía que el poeta acometiera hace más de 70 años, a lomo de caballo, por el suelo indio de Chihuahua. Fue así que en agosto de año 2009, después de establecer contacto con un sacerdote jesuita y un documentalista de la zona para mi inserción en territorio tarahumara, pude internarme en la sierra indígena e ir tras las huellas de Artaud por aquellas montañas de los signos que trasuntan un lenguaje misterioso y esotérico.

Haber convivido durante 45 días junto hombres y mujeres de ese pueblo filósofo, ser partícipe del rito mágico del Tutuguri (o el rito del sol negro), explorar ignotas aldeas y montes con rocas antropomórficas, vislumbrar un orden metafísico que interpela todos los sentidos, ha constituido sin duda para mí una experiencia crucial y transformadora, como lo es en esencia toda travesía y todo viaje iniciático, después del cual ya nunca seremos los mismos que algún día partimos.

Las siguientes imágenes son sólo un anticipo de una obra de mayor envergadura que se encuentra en desarrollo (gran parte de este trabajo documental fue ejecutado en b/n y en análogo). Confío en que el tiempo que me sea dado para concluirla de la mejor manera.

Ramón Ángel Acevedo,
septiembre 2011

 

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