En las páginas finales del libro “El Viaje de Rakar”, a la manera de un diario intimista, doy cuenta fragmentariamente de mi propio mundo interior, en donde la Fotografía, el Arte y otros temas son motivo de mi preocupación, revelando asimismo el claroscuro y las sombras que se ciernen inevitables y obstinadas en el oficio de la creación.
Reproduzco aquí un fragmento de “Bitácora de Viaje”, y para quien desee escudriñar más en estos textos autógrafos, remito al final al conjunto de los que fueran publicados en su momento.
(el autor)
• Comienzo a deambular como un monje cartujo por estos parajes agrestes y desolados, que sólo vieron medrar mi soledad. (El Quemado/95)
• Como un lobo hambriento y sin manada, vaga mi alma procelosa por estos andurriales sin destino. (El Sobrante/95)
• La soledad y la tristeza de estos pueblos eres tú. (Alicahue/95)
• Besas el rostro de los algarrobos espantosos, contrahechos y moribundos que se cruzan en tu camino, y que al cielo alzan sus ramas como blasfemias y clamores, llenos de fúnebres presagios. Han sido los únicos compañeros de tu alma y de tu ruta. Para los que te observan, a ojos vistas, debes estar volviéndote loco. Pero loco de agradecimiento, me digo. Evoco la figura de Nietzche abrazando un jamelgo fustigado por su auriga, inaugurando así su locura por Piedad, uno de los actos más célebres y lúcidos de la historia de la Filosofía. (Jahuel/05)
• Sientes que esos algarrobos aterradores, como almas en pena, te devuelven de buena gana la mirada... Sólo entonces, consternados y patéticos, nos reconocemos como iguales. (Jahuel/05)
• Habitar en el silencio y la quietud de un Pueblo Olvidado, sentir sólo el susurro del viento del otoño que se cuela imperceptible entre el follaje de los olivos. Contemplación y gratitud ante la vasta ofrenda de Dios, son mi única oración. (Santa Filomena/05)
• Tres nombres de aldeas que sellan tu peregrinaje, y que fielmente podrían ilustrar el agudo sentimiento de exclusión que te ha acompañado de por vida: El Sobrante, Cariño Botado, la Orilla. Nada más que añadir. (Rinconada de Silva, La Orilla/05)
• Nada es casualidad (ni siquiera un nombre anodino); estos pueblos, estas aldeas, estos rostros ajados y curtidos por el tiempo, los ojos que te miraron, las manos que te extendieron el pan y la escudilla, el lecho de las mujeres que te amaron, los perfumes, los sabores, la música de las esferas, el silencio de las montañas, el polvo y el secano de los caminos, lo sublime, lo monstruoso, lo banal y lo increíble, también te han elegido en esta travesía íntima. Estaba escrito desde siempre; eran tu destino... tu inexorable destino. (El Tártaro/05)