Nada es casualidad (ni siquiera un nombre anodino); estos pueblos, estas aldeas, estos rostros ajados y curtidos por el tiempo, los ojos que te miraron, las manos que te extendieron el pan y la escudilla, el lecho de las mujeres que te amaron, los perfumes, los sabores, la música de las esferas, el silencio de las montañas, el polvo y el secano de los caminos, lo sublime, lo monstruoso, lo banal y lo increíble, también te han elegido en esta travesía íntima. Estaba escrito desde siempre; eran tu destino... tu inexorable destino. Ver Texto Completo[+]